Hola....

"La lectura hace ágil al hombre completo; la conversación

lo hace ágil y el escribir lo hace preciso"


francis Bacon



Fotos Finales

Imitación

Helmut Newton


Leo Matiz


Martin Chambi


Richard Avedon


Santiago Harker


Ejercicio de Fotografía

Retratos - Expresiones




Ejercicio de Fotografía

Situaciones Cotidianas



Ejercicio de Fotografía

Objetos cotidianos







Quinta Crónica

Tal parece que la vida es…. Sueño
Por Daniella M. Parada C.

Durante toda la semana estuve buscando alguna historia conmovedora que despertara mi atención, alguna historia que fuera de aquellas que sólo le pasan a gente especial pero creo que tenía tanta tensión ante esto que solo me llevó a dejar que aquella historia me encontrara. El sábado muy temprano había recibido una llamada algo particular que había atrapado mi curiosidad a un punto muy elevado, aquella mañana una de mis amigas me había comunicado que quería hablarme, su tono de voz  parecía algo incómodo y su respiración estaba algo agitada, Rosita no es una muchacha de misterios por esto tal vez sabía que algo estaba sucediendo. –Dany ¿podemos vernos como a las tres de la tarde?- Me preguntó y ante aquel interés solo se me ocurrió decirle –Claro amiga, pero ¿estás bien?- Mas ella sólo se limitó a decirme que nos veíamos después y que no me preocupara. Estando cerca a la hora acordada mi interés fue tomando más y más fuerza y justo antes de las tres, rosita llegó a mi casa.
-Amiga ¿Cómo estás?- le pregunté, -bien mi Dany aunque algo preocupada…- me respondió y empezó a contarme algo que para mí solo me llevó pensar en el famoso título de Calderón de la Barca. Rosita hablaba acerca de que la noche anterior había tenido un sueño muy extraño, ella me contaba que aunque que se llevó bien con su última pareja esa noche había tenido una corazonada hacia él, y que no sabía si hacer caso como de costumbre a tal sueño o dejarlo pasar como cualquier otro, ella es una persona demasiado creyente a su intuición y aunque había tenido experiencias algo particulares frente a sus sueños, este involucraba a ese ser que ella tanto quería y me dijo:
–Dany, me sentía tan triste… primero me imaginé con Camilo como de costumbre solo que me sentía muy triste al estar frente a él, luego me encontré sola en un gran campo queriendo correr a buscar algo que aún no sé qué era, fue tan extraño…-





Y continuó diciéndome:
-En aquel campo no había nadie más, tan solo yo, veía mi casa y donde trabajo, es más, veía tu casa pero no había nadie en ellas, lo más extraño es que sentía un dolor profundo y la sensación de estar ahogándome pero era como si no pudiera despertarme…-
Ella también agregaba en su relato que sentía como los reflejos de su cuerpo reaccionaban ante los estímulos que el medio le brindaba pues se despertó sudorosa y hacia el borde de su cama. Ella lucía bastante afectada frente a ese episodio pero la consolé diciéndole que tal vez solo estaba angustiada por Camilo que en esos días se había caído de su moto en Tunja, donde él vive, al hablarle de esto ella me interrumpió recordando un dije que él le había regalado y que se había extraviado pero que aparentemente en el sueño ella lo tenía y era lo que al final cuando despertó ella recordó donde se encontraba, este fue un episodio bastante extraño y hasta escalofriante para mí pero sin embargo cuando me terminó de hablar le recomendé que se calmará ya que  los sueños, si bien se sabe, son solo eso: sueños y muchas veces no son más que el reflejo de nuestros miedos, o en este caso, aquello que nos recuerda la ubicación de lo que hemos perdido. Tras esto salimos a tomar las fotos inspiradas en este relato pues me llamó la atención y al pasar un par de horas nos despedimos y ella se fue.








Cuando estaba editando las fotos, pensé en lo extraño que es soñar y que muy pocas veces recuerdo mis sueños, mas no tengo problema con eso pues tal vez me pasaría lo mismo que ha Rosita, le daría mucha trascendencia. Ya cayendo la noche me dispongo a descansar pero en ese momento me llaman al teléfono y era Rosita, quien sólo pudo decirme:
-Dany, Camilo está en Coma.


Cuarta Crónica












Tercera Crónica

El CAMINO

Por Daniella M. Parada


Muchos no dudan en decir que la vida no es más que un rato, otros que ven la muerte tan ajena a ellos que pretenden morir cuando ya sean ancianos y otros más optan por describir su vida como un simple milagro viviendo cada día al máximo y con ella todas las emociones que pueden existir, pero ciertamente ¿Quién sabe cómo o cuándo puede morir? Desligando este concepto de cualquier creencia religiosa o peor aun viendo esta experiencia como la más óptima condición de sus energías y su gran ascenso en su escalafón enérgico. ¿Quién realmente entiende el sufrimiento no sólo de quienes parten sino de quienes quedan? Y ¿Por qué es esto un “sufrimiento”? estos y muchos otros pensamientos pasaban por mi mente aquel domingo, día frío desde su alba hasta su puesta, día especial pues en Bucaramanga no existía más que una profunda sequía que lo único que inundaba era la mente de las personas que la padecían en su máxima expresión y que para aquel entonces tal ventarrón era literalmente un Milagro. Como domingo que se respete los oficios no eran otros que organizar, descansar, ir a misa y de ahí al cementerio y descansar nuevamente, un día no muy trajinado y hasta interesante por la tan esperada lluvia. Cuando llegamos al cementerio la abuelita y yo, el taxi que nos llevó nos acercó hasta la colina más alta pues era allí cerca donde reposaban los restos de mi abuelo pero debido a la estructura del camposanto los vehículos solo les corresponde transitar por ciertos sitios así que me dispuse a llevar a mi abuelita hasta aquel lugar.
Cuando nos fuimos acercando vinos frente a la tumba de mi abuelo una amplia carpa verde, las mismas utilizadas en los sepelios, y una familia bajo ella refugiándose de lo que se creía era otra pequeña llovizna que ya empezaba a precipitarse. Por mi parte, yo si note aquella familia, mi abuela solo lanzó la expresión - mine Dani ahí podemos escampar – continuamos subiendo aquella colina al igual que mi interés por saber qué pasaba allí, cuando llegamos la señora que estaba arrodillada frente a la lápida contigua a la de Don Leo, como llamábamos al abuelo, nos miró y nos saludó y tras ella un señor y un niño que estaban detrás, en aptitud de oración. Me llamó la atención que aquella lapida no tenía ninguna inscripción puesta, salvo un papel pegado con cinta transparente que dejaba ver el nombre del occiso y su fecha, tanto de nacimiento como de muerte: Luis Josué Díaz Moreno, mayo 26 de 1989 -  febrero 3 de 2013. Aquella conmovedora fecha penetró mi cabeza por unos cuantos segundos y me sensibilizó de sobremanera al deducir lo cerca que había sido y lo susceptible que estaba aquella familia tras la muerte de aquel familiar,  que pintaba ser otro que uno muy importante.
Tras unos minutos de oración y de contemplación a la lápida de Don Leo escucho un triste sollozo y una voz que dice – venga Fabián y le cuenta a Lalo lo del partido- esta expresión me conmovió mucho pues aquellas personas realmente le ponían empeño a relatar sus experiencias frente a la lápida de quien había sido su hijo y hermano como si este aun estuviera vivo entre nosotros. Al pasar esto la señora que estuvo inclinada frente a la lápida todo ese tiempo se echó para atrás y quedó en una posición inmediata a la de mi abuela, secándose algunas lágrimas de su cara y dejando ver en su mano una cadena gruesa en plata que empuñaba con mucha fuerza. Mientras yo prestaba la atención a estos detalles la abuelita, sin más,  le preguntó –disculpe mi señora, ¿era su hijo?- y como si estuviera recibiendo una buena noticia la señora sonrió y le respondió afirmativamente haciendo un gesto con su cabeza y agregó –si señora, un muchacho joven así como su niña, loco pero con muchas ganas de vivir- a lo que la abuela refirió – uno a veces no entiende las cosas de Dios, mire estamos con la nieta visitando a mi mario’ que murió ya hace ocho años y yo pienso ya era el tiempo de él, pero chicos jóvenes…ay Dios” – mientras la abuela decía esto el niño que había pasado frente a la lápida volvió a su puesto y prosiguió el señor.
Retomando la conversación la señora dijo – Lalito era un aficionao’ de las motos y esta última se la había ganado en una rifa, pero como es la vida, esta me lo mató -. Asumiendo la escena de aquel deceso y con una fuerte corazonada en el pecho quise intervenir preguntándole por aquel día, a lo que ella me dijo que él iba con su novia pero que ella afortunadamente no le había ocurrido nada, y aquella muchacha tan pronto como paso a aquella desgracia desapareció de sus vidas tal vez por el recuerdo amargo que le dejó, también nos contó la señora lo responsable que era su hijo, que él adoraba a su hermano y en muchas ocasiones cuando su padre no estaba en casa, él asumía la responsabilidad de conseguir el dinero para su sustento.
Cuando el padre de Lalo volvió a su puesto, tomó a su esposa de la mano y tras el intercambio de una fugaz pero dolorosa mirada nos dijo –él está bien, se nos fue muy rápido, pero así son las cosas – tal fue mi frustración al escuchar esto que quise darle mi sentido pésame a aquella señora cuya aptitud reflejaba que esa gran herida estaba viva y que sólo ese corazón tan fuerte como es el de una madre podía tolerar, ella tan sólo me miró y me dijo –mija’ no deje pasar el tiempo, lo que tenga que hacer hágalo sin pensarlo porque esta vida es muy corta y no se sabe cuándo nos la quiten, nunca piense en eso del túnel de la muerte más bien piense en el camino de su vida y de cómo lo lleva…y gracias- y mirándome de una manera, que aún no hallo como describir, me tomó de la mano y me sonrió, yo miré a mi abuela y ella volvió la mirada a la lápida de Don Leo, se persignó y me preguntó si ya podíamos irnos puesto que ya había cesado la lluvia, al rato nos despedimos de aquella familia, “vecinos” nuestros ahora, y descendimos de aquel lugar. Ya dentro del taxi de vuelta a la casa reflexioné acerca de lo ajena que mucha gente es frente a aspectos de su vida, siendo la muerte parte de esta misma, a lo corta que esta puede ser ya que Lalo era casi de mi edad y ya no estaba aquí y a lo mal que a veces pagamos al dolor ajeno, cuando a veces puede ser nuestro propio dolor, al menos así veía lo de la novia. Fue un domingo distinto sin lugar a dudas, un día en el que no solo la lluvia fue sorpresa y uno tal vez todos hemos tenido en algún momento, un día para no olvidar así como a nuestros seres queridos…

Segunda Crónica

 Hogar, dulce hogar…
 Por Daniella M. Parada Caro
Bien dicen que el hombre es un ser en constante cambio, de trabajo, de carro y hasta cambios de nombre pero, ¿Cómo sería cambiar de hogar? Se entiende por hogar no solo el lugar sino el ambiente en donde cada uno de nosotros habitamos. En esto pensaba de camino a mi casa ¿Cómo me sentiría al cambiar de hogar? Si aquí lo tengo todo: amigos, familia, trabajo, estudio…
Al llegar a mi casa como siempre le pedí la bendición a mi abuelita, ella con su característico: -“Dios me la bendiga hija”- me hizo seguir. Tras unos minutos de darle vueltas en mi cabeza al mismo tema quise preguntarle lo mismo a ella, pues yo sabía que en algún momento de su vida ella había afrontado algo así. Y de repente le pregunté: -“abuelita, ¿usted cuánto tiempo lleva viviendo aquí?- a lo que ella me respondió: -“en Bucaramanga cincuenta y siete años, ¿Por qué?- en ese momento pensé en el cambio radical que hubo pasado ella y su familia al momento de venir a vivir aquí. Ella continúo. –“pues, fíjese con mi mamita viví hasta que me casé y eso fue hasta los veinte años, cuando eso estábamos recién pasados a aquí”-
Durante su intervención yo iba imaginando cada cosa que decía y admiraba esos detalles de la tierra que la rodeo en su niñez; al referirse a aquel entonces tanto su voz como sus ojos empezaron a dar muestra de la melancolía que estaban sintiendo y solo hasta que tomo un poco de agua, calmó aquella expresión.
-“nosotros vivíamos en la hacienda Meseta Grande, eso quedaba entre Rio negro Y Cuesta Rica, ahí teníamos café, cacao, plátano, yuca, ganado y mulas”-
-“¿mulas?”- interrumpí apenas escuché tal cosa.
-“si, mulas, esas nos servían para ir al pueblo o para llevar al tío Cuco”- de inmediato empezó a reírse mientras yo intentaba imaginar cómo un hombre de unos cien años podría subirse a un animal de esos, fue en ese momento donde le pregunté.
-“abuelita pero, ¿Cuándo decidieron reunirse a vivir aquí?”-
A lo que ella se refirió muy calmada:
-“pues en esa época empezó todo el tema de las guerrillas y como nosotras éramos cinco mujeres porque mi papá se murió cuando yo tenía doce, pues tocó venirnos”-
Fue allí cuando empecé a entender por qué tal sentido protector y de cuidado que ha tenido con todos en mi familia, eso debió ser difícil, más aun cuando ella era la hermana mayor. Durante la conversación mi abuela siempre reiteró su gran pasión por el campo, pues según ella –“allí todo es más tranquilo y uno no se quedaba analfabeta en trabajar”- según me contó en aquel momento, eran cerca de quince obreros, a los que ella y su hermana tenían que servir, pues ellos colaboraban en la finca, la abuelita se la pasaba ocupada a toda hora, pero al momento de llegar a la ciudad, todo cambió:
-“aquí estábamos de bonitas, solo ayudaba a cuidar a los hermanos y en la casa, al principio era muy aburrido”-
Según ella si la mama las mandaba a salir, tenían que hacerlo en grupos pero nunca solas porque –“era un peligro”- sus únicos distractores era ir al aeropuerto que en aquel entonces se situaba en el barrio real de minas en medio de la ciudad, y el “espectáculo” era observar aviones una y otra vez.
Ya con un tono más alegre me empezó a contar sobre las ferias de las que ella hizo parte en aquel entonces y de las que nunca volvió a participar pues ahora llevan a otro tipo de situaciones:
-“eso en el barrio la feria ponían unas carpas enormes y se traían animales para la muestra y para la venta y uno escuchaba música en las radiolas, con los tríos y los conjuntos”-
En ese momento le quise preguntar acerca de los bares de aquella época a lo que respondió que  de esos no había y que solo hasta en estos tiempos se les conoce como tal, según ella los “bares” de aquella Bucaramanga solo cobijaban shows para hombres y que tal denominación solo se le daba a sitios de mala muerte. En ese momento pensé lo mucho que había cambiado esa niña campesina que ahora conocía todos los pormenores de esta nueva ciudad, hasta llegar a utilizar el primer bus de transporte público de la ciudad Chapinero, al terminar la charla solo agregó lo orgullosa que se sentía al poder tener bien a su familia y más aún al educarla para una nueva sociedad sin importar el lugar pero siempre consciente de sus raíces, de su primer y grato hogar.

Primera Cronica

 Mi vida al Volante
Por Daniella M. Parada Caro
Oficios como recicladores, vendedores de lotería, de minutos, auxiliares de parqueadero y hasta comerciales informales son un vasto ejemplo de que en este país lo importante no es el estatus ni el dinero, sino las ganas de trabajar….o ¿necesidad? Muchas personas se ganan la vida desempeñando quien ejerce su oficio da los resultados merecidos para sí mismo sin ser el salario una motivación muy jugosa. Siendo las doce del mediodía y bajo una calurosa tarde de noviembre, aparece Don Guillermo Pérez, conocido por todos en el barrio El Prado de la ciudad de Bucaramanga como “Don Guille”, este señor, como él mismo se hace llamar, llega con unos pantalones en dril y una camisa a cuadros, con sus mangas largas recogidas hasta la altura de los hombros, él muy perfumado y como listo para una foto aparece tras una larga jornada de dialización, que estuvo desde tempranas horas de la mañana, esta actividad la repite tres veces por semana, cuatro horas diarias, pero eso es otra historia. Como venía diciendo, “Don Guille”, es un hombre de estatura media, de tez morena y con mucho ánimo a pesar ya de sus años.
Tras unos minutos de conversación acerca del tiempo y de su estado de salud, empiezo a indagarle acerca de su vida, como parte de un tertulia que lleva ya algunos cuantos minutos, acompañada de una partida de naipes, el cual es su pasatiempo favorito, él bajo un tono muy natural dice: -pues…yo soy de Une Cundinamarca, nací en el año cuarenta y con orgullo puedo decir que solo estudie algunos años de la primaria, aunque hubiera querido poder terminar…pero eso era muy difícil”.-
Y continúa:
-“yo me crié con mi papá en el pueblo porque mi madre murió siendo yo muy pequeño y con mis dos hermanos mayores también…”-
Mientras “Don Guille” hablaba, tomaba yo algunas notas pues muchas de las cosas que decía me parecían interesantes, más aun la manera en que las decía pues su acento es una combinación entre un santandereano y un rolo, “así pero de manera contraria”. Cuando terminó esta pequeña introducción le ofrecí un café a lo que él contesto que si pero quiso que le sirviera solo una pequeña cantidad, por su salud. Le pregunté entonces por su trabajo, a qué se dedicó durante su juventud y él tras un suspiro me contestó: -“yo fue experto en automotores y en vías terrestres”- y con una gran sonrisa en su rostro continuo: -“yo conduje un camión por más de veinte años despachando carga por casi todo el país, más tarde un bus intermunicipal en el Yopal y luego me hice aun carrito, un taxi”-.
Es decir, este hombre había dedicado la mayor parte de su vida, que suma ya siete décadas a ser conductor. Según relató, desde muy pequeño estuvo sumido en aquel mundo de las ruedas, sus hermanos eran choferes desde muy jóvenes y él tuvo sus inicios como ayudante de chofer en vías intermunicipales, “Don Guille” cuenta que en aquella época había mucho respeto a este oficio y que gran parte de sus amigos de infancia los tuvo en aquella experiencia. Desde los quince años hasta bien cumplidos los veintisiete años, él hizo parte de este oficio, donde conoció y acompañó a personas del común; campesinos, soldados y hasta en algunas ocasiones a grupos hippies. Según me cuenta estos últimos eran recogidos en la vía al mar en bloques de casi cincuenta personas pero solo eran transportadas dos y por mucho menos de lo pedido como tiquete pues se realizaban los famosos ”linches” o “colas” como él mismo lo expresa, era una frase común en ese entonces, cuenta “Don Guille”:
-“ellos nos decían “dame la cola” o ”la colita”, para que los dejáramos subir, pero nosotros sabíamos que esta gente era muy sana y que en el siguiente pueblo se bajaban”-.
También comenta “Don Guille” que cuando se encontraban a soldados en la vía, que era muy pocas veces, al principio, se transportaban hacia los pueblos más grandes:
-“los soldados eran muy formales y no había problemas, ya cuando la guerrilla yo tenía pero el camión”-
Hacia sus treinta años aproximadamente “Don Guille” compró un camión de carga y carrocería, de marca Internacional, de color amarillo y con mucho orgullo ya que había sido invertido de sus propios ahorros. Ante su favorable cambio “Don Guille” afirma:
-“tuve preferencia por el camioncito, era más cómodo y ganaba mejor, yo pagaba el galón de gasolina a ciento cincuenta pesos y cuando eso, solo había uno o dos peajes, todo era muy tranquilo”-
Según cuenta “Don Guille” sus extenuantes jornadas laborales se debía a largas rutas que en ese entonces tenía nuestro país, la mayoría de las carreteras eran destapadas y solo poseían un único carril, pero él entretenía su viaje de carga de licores, cigarrillos, zapatos y medicamentos con música carrilera, en ese entonces Los Tolimenses y Garzón y Collazos, en la radio o con sus famosos casetes. La mayoría de sus viajes eran nocturno pues según él: -“así rendía más”-
Como muchas situaciones en nuestro país, en algún momento este gran hombre atravesó momentos difíciles en los cuales no solo su trabajo sino también su dignidad se pusieron en juego, el costo aproximado de un viaje era de cuatrocientos mil pesos pero cuando llevaba cargas ilegales el precio se doblaba y también su conciencia:
-“como yo transporté en su mayoría toso lo que era zapatos, se hacia el arrume y dentro de él llevaba el trago o el cigarrillo, pero sin factura, cuando habían retenes en la vía los uniformados solo levantaban la carpa, miraban y pedían la factura y pasaban…no es como ahora que existe más control y pa’ esos viajes me daban cuatrocientos mil más”-
Ahora bien, si se presentaba algún problema en la vía según cuenta “Don Guille” la comunicación estaba muy limitada, tan solo la comunicación fija local (TELECOM) y lo más reciente el bíper era lo único que utilizaba, según él pasaba cerca de cuarenta días en los cuales él no sabía nada de su familia. Con respecto al panorama de accidentes y atracos que manejaban muchas personas en su oficio, “Don Guille” tuvo mucha suerte pues en sus largas jornadas solo vivió un par de experiencias:
-“cuando estaba cerca de Fundación, Magdalena, se me subieron dos hombres en la parte de atrás del camión. Y tenía un machete y me amenazaron con matarme sino me bajaba del camión, yo me bajé pero en eso momento paso una pareja en un Jeep y me ayudaron avisando a la policía del pueblo, los tipo se echaron a correr y afortunadamente no me quitaron nada, solo fue el susto…!-
Ya con esta última anécdota se marcaban las tres en punto de la tarde y con esta se avecinaba una leve llovizna, “Don Guille”, se tuvo que marchar pero no sin antes agradecerme por haber compartido la charla y haberlo llevado una vez mas a aquellos tiempos, como él los denominó:  -“mi vida al volante”-.