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"La lectura hace ágil al hombre completo; la conversación

lo hace ágil y el escribir lo hace preciso"


francis Bacon



Segunda Crónica

 Hogar, dulce hogar…
 Por Daniella M. Parada Caro
Bien dicen que el hombre es un ser en constante cambio, de trabajo, de carro y hasta cambios de nombre pero, ¿Cómo sería cambiar de hogar? Se entiende por hogar no solo el lugar sino el ambiente en donde cada uno de nosotros habitamos. En esto pensaba de camino a mi casa ¿Cómo me sentiría al cambiar de hogar? Si aquí lo tengo todo: amigos, familia, trabajo, estudio…
Al llegar a mi casa como siempre le pedí la bendición a mi abuelita, ella con su característico: -“Dios me la bendiga hija”- me hizo seguir. Tras unos minutos de darle vueltas en mi cabeza al mismo tema quise preguntarle lo mismo a ella, pues yo sabía que en algún momento de su vida ella había afrontado algo así. Y de repente le pregunté: -“abuelita, ¿usted cuánto tiempo lleva viviendo aquí?- a lo que ella me respondió: -“en Bucaramanga cincuenta y siete años, ¿Por qué?- en ese momento pensé en el cambio radical que hubo pasado ella y su familia al momento de venir a vivir aquí. Ella continúo. –“pues, fíjese con mi mamita viví hasta que me casé y eso fue hasta los veinte años, cuando eso estábamos recién pasados a aquí”-
Durante su intervención yo iba imaginando cada cosa que decía y admiraba esos detalles de la tierra que la rodeo en su niñez; al referirse a aquel entonces tanto su voz como sus ojos empezaron a dar muestra de la melancolía que estaban sintiendo y solo hasta que tomo un poco de agua, calmó aquella expresión.
-“nosotros vivíamos en la hacienda Meseta Grande, eso quedaba entre Rio negro Y Cuesta Rica, ahí teníamos café, cacao, plátano, yuca, ganado y mulas”-
-“¿mulas?”- interrumpí apenas escuché tal cosa.
-“si, mulas, esas nos servían para ir al pueblo o para llevar al tío Cuco”- de inmediato empezó a reírse mientras yo intentaba imaginar cómo un hombre de unos cien años podría subirse a un animal de esos, fue en ese momento donde le pregunté.
-“abuelita pero, ¿Cuándo decidieron reunirse a vivir aquí?”-
A lo que ella se refirió muy calmada:
-“pues en esa época empezó todo el tema de las guerrillas y como nosotras éramos cinco mujeres porque mi papá se murió cuando yo tenía doce, pues tocó venirnos”-
Fue allí cuando empecé a entender por qué tal sentido protector y de cuidado que ha tenido con todos en mi familia, eso debió ser difícil, más aun cuando ella era la hermana mayor. Durante la conversación mi abuela siempre reiteró su gran pasión por el campo, pues según ella –“allí todo es más tranquilo y uno no se quedaba analfabeta en trabajar”- según me contó en aquel momento, eran cerca de quince obreros, a los que ella y su hermana tenían que servir, pues ellos colaboraban en la finca, la abuelita se la pasaba ocupada a toda hora, pero al momento de llegar a la ciudad, todo cambió:
-“aquí estábamos de bonitas, solo ayudaba a cuidar a los hermanos y en la casa, al principio era muy aburrido”-
Según ella si la mama las mandaba a salir, tenían que hacerlo en grupos pero nunca solas porque –“era un peligro”- sus únicos distractores era ir al aeropuerto que en aquel entonces se situaba en el barrio real de minas en medio de la ciudad, y el “espectáculo” era observar aviones una y otra vez.
Ya con un tono más alegre me empezó a contar sobre las ferias de las que ella hizo parte en aquel entonces y de las que nunca volvió a participar pues ahora llevan a otro tipo de situaciones:
-“eso en el barrio la feria ponían unas carpas enormes y se traían animales para la muestra y para la venta y uno escuchaba música en las radiolas, con los tríos y los conjuntos”-
En ese momento le quise preguntar acerca de los bares de aquella época a lo que respondió que  de esos no había y que solo hasta en estos tiempos se les conoce como tal, según ella los “bares” de aquella Bucaramanga solo cobijaban shows para hombres y que tal denominación solo se le daba a sitios de mala muerte. En ese momento pensé lo mucho que había cambiado esa niña campesina que ahora conocía todos los pormenores de esta nueva ciudad, hasta llegar a utilizar el primer bus de transporte público de la ciudad Chapinero, al terminar la charla solo agregó lo orgullosa que se sentía al poder tener bien a su familia y más aún al educarla para una nueva sociedad sin importar el lugar pero siempre consciente de sus raíces, de su primer y grato hogar.

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