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lo hace ágil y el escribir lo hace preciso"


francis Bacon



Tercera Crónica

El CAMINO

Por Daniella M. Parada


Muchos no dudan en decir que la vida no es más que un rato, otros que ven la muerte tan ajena a ellos que pretenden morir cuando ya sean ancianos y otros más optan por describir su vida como un simple milagro viviendo cada día al máximo y con ella todas las emociones que pueden existir, pero ciertamente ¿Quién sabe cómo o cuándo puede morir? Desligando este concepto de cualquier creencia religiosa o peor aun viendo esta experiencia como la más óptima condición de sus energías y su gran ascenso en su escalafón enérgico. ¿Quién realmente entiende el sufrimiento no sólo de quienes parten sino de quienes quedan? Y ¿Por qué es esto un “sufrimiento”? estos y muchos otros pensamientos pasaban por mi mente aquel domingo, día frío desde su alba hasta su puesta, día especial pues en Bucaramanga no existía más que una profunda sequía que lo único que inundaba era la mente de las personas que la padecían en su máxima expresión y que para aquel entonces tal ventarrón era literalmente un Milagro. Como domingo que se respete los oficios no eran otros que organizar, descansar, ir a misa y de ahí al cementerio y descansar nuevamente, un día no muy trajinado y hasta interesante por la tan esperada lluvia. Cuando llegamos al cementerio la abuelita y yo, el taxi que nos llevó nos acercó hasta la colina más alta pues era allí cerca donde reposaban los restos de mi abuelo pero debido a la estructura del camposanto los vehículos solo les corresponde transitar por ciertos sitios así que me dispuse a llevar a mi abuelita hasta aquel lugar.
Cuando nos fuimos acercando vinos frente a la tumba de mi abuelo una amplia carpa verde, las mismas utilizadas en los sepelios, y una familia bajo ella refugiándose de lo que se creía era otra pequeña llovizna que ya empezaba a precipitarse. Por mi parte, yo si note aquella familia, mi abuela solo lanzó la expresión - mine Dani ahí podemos escampar – continuamos subiendo aquella colina al igual que mi interés por saber qué pasaba allí, cuando llegamos la señora que estaba arrodillada frente a la lápida contigua a la de Don Leo, como llamábamos al abuelo, nos miró y nos saludó y tras ella un señor y un niño que estaban detrás, en aptitud de oración. Me llamó la atención que aquella lapida no tenía ninguna inscripción puesta, salvo un papel pegado con cinta transparente que dejaba ver el nombre del occiso y su fecha, tanto de nacimiento como de muerte: Luis Josué Díaz Moreno, mayo 26 de 1989 -  febrero 3 de 2013. Aquella conmovedora fecha penetró mi cabeza por unos cuantos segundos y me sensibilizó de sobremanera al deducir lo cerca que había sido y lo susceptible que estaba aquella familia tras la muerte de aquel familiar,  que pintaba ser otro que uno muy importante.
Tras unos minutos de oración y de contemplación a la lápida de Don Leo escucho un triste sollozo y una voz que dice – venga Fabián y le cuenta a Lalo lo del partido- esta expresión me conmovió mucho pues aquellas personas realmente le ponían empeño a relatar sus experiencias frente a la lápida de quien había sido su hijo y hermano como si este aun estuviera vivo entre nosotros. Al pasar esto la señora que estuvo inclinada frente a la lápida todo ese tiempo se echó para atrás y quedó en una posición inmediata a la de mi abuela, secándose algunas lágrimas de su cara y dejando ver en su mano una cadena gruesa en plata que empuñaba con mucha fuerza. Mientras yo prestaba la atención a estos detalles la abuelita, sin más,  le preguntó –disculpe mi señora, ¿era su hijo?- y como si estuviera recibiendo una buena noticia la señora sonrió y le respondió afirmativamente haciendo un gesto con su cabeza y agregó –si señora, un muchacho joven así como su niña, loco pero con muchas ganas de vivir- a lo que la abuela refirió – uno a veces no entiende las cosas de Dios, mire estamos con la nieta visitando a mi mario’ que murió ya hace ocho años y yo pienso ya era el tiempo de él, pero chicos jóvenes…ay Dios” – mientras la abuela decía esto el niño que había pasado frente a la lápida volvió a su puesto y prosiguió el señor.
Retomando la conversación la señora dijo – Lalito era un aficionao’ de las motos y esta última se la había ganado en una rifa, pero como es la vida, esta me lo mató -. Asumiendo la escena de aquel deceso y con una fuerte corazonada en el pecho quise intervenir preguntándole por aquel día, a lo que ella me dijo que él iba con su novia pero que ella afortunadamente no le había ocurrido nada, y aquella muchacha tan pronto como paso a aquella desgracia desapareció de sus vidas tal vez por el recuerdo amargo que le dejó, también nos contó la señora lo responsable que era su hijo, que él adoraba a su hermano y en muchas ocasiones cuando su padre no estaba en casa, él asumía la responsabilidad de conseguir el dinero para su sustento.
Cuando el padre de Lalo volvió a su puesto, tomó a su esposa de la mano y tras el intercambio de una fugaz pero dolorosa mirada nos dijo –él está bien, se nos fue muy rápido, pero así son las cosas – tal fue mi frustración al escuchar esto que quise darle mi sentido pésame a aquella señora cuya aptitud reflejaba que esa gran herida estaba viva y que sólo ese corazón tan fuerte como es el de una madre podía tolerar, ella tan sólo me miró y me dijo –mija’ no deje pasar el tiempo, lo que tenga que hacer hágalo sin pensarlo porque esta vida es muy corta y no se sabe cuándo nos la quiten, nunca piense en eso del túnel de la muerte más bien piense en el camino de su vida y de cómo lo lleva…y gracias- y mirándome de una manera, que aún no hallo como describir, me tomó de la mano y me sonrió, yo miré a mi abuela y ella volvió la mirada a la lápida de Don Leo, se persignó y me preguntó si ya podíamos irnos puesto que ya había cesado la lluvia, al rato nos despedimos de aquella familia, “vecinos” nuestros ahora, y descendimos de aquel lugar. Ya dentro del taxi de vuelta a la casa reflexioné acerca de lo ajena que mucha gente es frente a aspectos de su vida, siendo la muerte parte de esta misma, a lo corta que esta puede ser ya que Lalo era casi de mi edad y ya no estaba aquí y a lo mal que a veces pagamos al dolor ajeno, cuando a veces puede ser nuestro propio dolor, al menos así veía lo de la novia. Fue un domingo distinto sin lugar a dudas, un día en el que no solo la lluvia fue sorpresa y uno tal vez todos hemos tenido en algún momento, un día para no olvidar así como a nuestros seres queridos…

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